miércoles, 16 de mayo de 2007

Oda a un millonario muerto

Aquí les copio un poema de Pablo Neruda, dedicado a todos los pobres prisioneros del dinero, caso espero no sea el de ustedes. Saludos.

Conocí a un millonario.
Era estanciero, rey
de llanuras grises
en donde se perdían
los caballos.

Paseábamos su casa,
sus jardines,
la piscina con una torre
blanca
y aguas
como para bañar a una
ciudad.
Se sacó los zapatos,
metió los pies
con cierta
severidad sombría
en la piscina verde.

No sé por qué
una a una
fue descartando
todas sus mujeres.
Ellas
bailaban en Europa
o atravesaban rápidas la
nieve
en trineo, en Alaska.

Si me contó cómo
cuando niño
vendía diarios
y robaba panes.
Ahora sus periódicos
asaltaban las calles
temblorosas, golpeaban
a la gente con noticia,
y decían con énfasis
sólo sus opiniones.

Tenía bancos, naves,
pecados y tristezas.

A veces con papel,
pluma, memoria,
se hundía en su dinero,
contaba,
sumando, dividiendo,
multiplicando cosas,
hasta que se dormía.

Me parece
que el hombre nunca
pudo
salir de su riqueza
-lo impregnaba,
le daba
aire, color abstracto-,
y él se veía
adentro
como un molusco ciego
rodeado
de un muro
impenetrable.

A veces, en sus ojos,
vi un fuego
frío, lejos,
algo desesperado que
moría.

Nunca supe sí fuimos
enemigos.

Murió una noche
cerca de Tucumán.
En la catástrofe
ardió su poderoso Rolls
como cerca del río
el catafalco
de una
religión oscura.

Yo sé
que todos
los muertos son
iguales,
pero no sé, no sé,
pienso
que aquel
hombre, a su modo,
con la muerte
dejó de ser un pobre
prisionero.

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